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lunes, agosto 24, 2009

OPINIÓN. Ex braceros y recorte presupuestal

Salvador Rangel

Todas las personas tienen una vocación laboral, hay quienes poseen características que le permiten dedicarse a una actividad; hay otras que estudian una carrera y terminan en otro trabajo que no tiene nada qué ver con su preparación.
Otras más trabajan nada más por el ingreso, sin vocación alguna.
En sí, las oportunidades laborales no son fáciles, es por ello que las personas emigran de una ciudad a otra en busca de oportunidades que les son negadas en su propio país; cruzan la frontera arriesgando todo vida y seguridad personal.
A lo largo de la historia de México, siempre ha existido un grupo de mexicanos que ha salido de su patria en busca de trabajo. La mayoría de las veces lo han hecho por necesidad, por mejorar sus condiciones de vida.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos tenían necesidad de fuerza de trabajo para el campo y otras actividades, se firmó un convenio entre ambos gobiernos de braceros en 1942 que tuvo vigencia hasta 1946.
En la Plaza de la Ciudadela, en el Distrito Federal, acudían los trabajadores del campo para ser “enganchados”, tal era el término coloquial que se aplicaba a quienes eran contratados para trabajar en los campos agrícolas de Estados Unidos.
Después de días de espera, finalmente eran contratados y transportados en ferrocarril (de segunda) a la frontera y esperar la llegada del contratista ‘gringo’, quien tardaba de tres a cuatro días en presentarse para llevarse a los braceros.
Mientras esto ocurría, los trabajadores carecían de un lugar donde dormir, comer y descansar… la mayoría no tenía dinero. Finalmente llegaba el capataz y los trabajadores eran formados para cruzar la línea fronteriza, previa entrega de la documentación oficial.
Y al cruzar la línea, ya en suelo estadounidense, eran bañados con una manguera. Después de ese infame trato, la segunda afrenta: la desinfección. En ese tiempo era a base de DDT y criolina, para matar parásitos; el baño era de pies a cabeza.
Y después de la higienización, el transporte, pero no será en camiones de pasajeros, sino en camiones de redilas, donde recién transportaron animales, llenos de estiércol y pastura, todos los braceros apiñados, de pie.
Así los transportaban en espera de llegar al campo agrícola donde trabajarían, bien podía ser Arkansas, Missisipi, así que el viaje será de varios cientos de kilómetros y los trabajadores apiñados, sin baño, a la intemperie.
Al llegar al campo agrícola, eran confinados en enormes galerones para dormir, y donde les daban de comer en mesas de tablones.
En virtud de que fue una contratación legal, los trabajadores mexicanos pagaban impuestos y seguro social.
Según datos oficiales, el número de braceros fue de 646 mil 199. En el primer convenio, 1942, se considera descontar el 10% de su salario con el objeto de que al regresar a México se les devolviera ese fondo.
De acuerdo con lo estipulado en el acuerdo bilateral, los fondos descontados eran depositados por los patrones en los bancos estadounidenses Wells Fargo y Bank of América.
Hay información que demuestra que parte del dinero fue transferido al gobierno mexicano a través de los bancos de Crédito Agrícola (después Banrural) y del Ahorro Nacional.
Después de más de medio siglo, los descuentos en realidad se convirtieron en un dinero que el gobierno de México no les devolvió el fondo a los braceros, ni a sus deudos.
Hasta la fecha, 2009, los braceros (cerca de 42 mil) buscan la devolución de ese fondo, que ha sido calculado en 38 mil pesos, pero no se le entregarán en una sola exhibición, sino en abonitos de cuatro mil pesos anuales.
¿Cuántos podrán sobrevivir, por la edad, las enfermedades, la falta de seguridad social?
El gobierno dice no tener dinero para hacer un sólo pago a los ex braceros. Por el contrario, pretende aumentar el IVA o bien aplicarlo en medicinas y alimentos.
Los ingresos fiscales se han caído y el gobierno no sabe cómo resolver el problema del presupuesto. En su lógica, es más fácil tratar de aplicar aumentos a alimentos, medicinas, servicios públicos, luz, carreteras, entre otros.
Y los nostálgicos recuerdan las declaraciones del Secretario de Hacienda, Agustín Carstens, quien dijo que la crisis financiera de Estados Unidos era un catarrito para México, así que pasamos de una gripe leve a la catalepsia económica.

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