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lunes, agosto 24, 2009

Luchan contra la sequía campesinos de Querétaro

Además de la sequía, las plagas son otro enemigo que amenaza a los cultivos queretanos

Lizeth Freyre

Las tierras comienzan a secarse mientras los sembradíos sufren sin agua en sus raíces, la mazorca no crece, se cansa de esperar el líquido vital para su existencia. La sequía penetrando hasta el corazón del campesino, que sin sus cultivos perderá el sustento de su familia.
“Nos está empeorando más de lo que estamos como campesinos” asegura Don José quien toda su vida se ha dedicado a cultivar la tierra, en el pueblo de Santa María Magdalena, pueblo de tradición dentro de la mancha urbana de Querétaro.
El campesino trabaja día a día en la incógnita si lloverá, si sus cultivos se salvarán, si mañana podrá darle a su familia por lo menos lo indispensable, mientras las cosechas piden a gritos silenciosos por un momento de riego, por una brisa húmeda que aplaque su sed infernal.
Las lágrimas del campesino no son suficientes para humedecer las hectáreas sembradas con el sorgo que se esconde en la tierra, sin la fuerza de sacar su raíz.
“El agüita de arriba nos ayuda bastante, así no hay plagas” expresa don José, con una mirada profunda y lánguida, recordando quizá los ayeres cuando el cielo nublado causaba alegría y esperanza, no sólo a uno, sino a todo aquel que vive para el campo y con el campo vive.
Ante la falta de lluvia, el sembradío se enfrenta a otro enemigo, los gusanos que comen sus entrañas, su corazón, gusanos provocados por el calor: el soldado y el cogollero; el campesino se enfrenta a ellos con la valentía que puede, aunque “los herbicidas están en 300 pesos el litro de esterol y 350 para el cogollero” cuenta Don José.
Intrigado por las circunstancias del tiempo, el hombre hace remembranza de que “julio, y lo que va de agosto nada, no ha llovido nada (…) de lo que yo me acuerdo nunca había habido seco como el de este año, allá atrás sembramos puro temporal, y en el mes de abril o mayo ya teníamos milpa y espiga, ya con las lluvias que venían ya se alcanzaba a dar la semilla”.
Este año cambió, las tierras ya no producirán ni las cantidades de antes, ni la siembra alcanzará las mismas alturas, el cielo las dejó y ellas ya no intentarán alcanzarlo, no hay fuerza para levantarse más. Sin la lluvia los campos miraran en agonía la lejanía de las nubes.
Don José cuenta que para poder ayudar al cultivo ha regado con agua residual su campo “Ahora ya llevo tres riegos rebombando agua porque no ha llovido y échale cuentas, ahorita ya está floreando el sorgo, ya está dando la espiga, ya está la mazorquita pero si no llueve, viene el siguiente riego”.
El precio por cada riego, que el campesino tiene que poner de su bolso desgastado es de cuatro mil 500 pesos; pero no hay bolsillo que pueda alcanzar los costos extras que deja la sequía, don José, tristemente dice “tuvimos que vender unos animalitos” para pagar tanto los herbicidas como los riegos.
Pero no sólo para el campo se han tenido que despojar de sus animales, también con el regreso a clases y la manutención de la familia.
“Ahorita tenemos los niños, tenemos para comprar libros, inscripción ahí a como de lugar, porque queremos que sigan estudiando que se preparen, y ahorita nos estamos valiendo de nuestros animalitos y de lo que haya, ahorita vendimos diez borregos para a completar”, susurra Don José, con las manos entrelazadas.
Campesinos que tienen diez hectáreas pero “¿de qué sirve? eso sí, se les están muriendo los animales de hambre pues ni para los animales va a haber pastura, porque no llueve” suspira el hombre encanecido y piel marcada por los años.
Hombres, animales y sembradío caen ante la falta de las lágrimas del cielo, el campo muere, los animales perecen.
El gobierno otorga ayuda, sin embargo la cantidad es alrededor de los cinco mil pesos para un periodo de otoño-invierno, Don José explica que “esos cinco mil pues no sirven ni para los herbicidas, pero pues le hace uno aquí la lucha para no perder”
Pero no pierde la esperanza en que el gobierno los ayudará, ya que “creo que yo que yéndolo a ver el gobierno nos atiende, pero hay que hablar”, confirma con el puño firme en el mostrador de la tienda de su hija.

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