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martes, junio 16, 2009

Da pena apoyar a candidatos, afirman ‘porristas’

Sin embargo “la playera que me dieron me gusta”, expresó Francisco, quien por unos pesos suena matracas y reparte volantes de José Calzada

Héctor Hernández

Suda copiosamente, toma un extremo de la banderola que viene sujetando desde toda la jornada. Se la pasa por la frente al igual que por la nuca y esto lo alivia un poco.

Jorge, como sus compañeros, descansa un poco mientras los dos minutos y medio que está en verde del semáforo de la avenida Constituyentes hace circular al parque vehicular que por ahí transita.

Luego de que el rojo aparece en el coordinador vial, Jorge se dispone a trabajar como todos los días desde temprana hora a ondear banderas de un candidato a la gubernatura del estado.

Estudia la prepa, está a punto de terminarla y a decir de él, este trabajo le ayuda para solventar sus gastos que tiene debido a sus estudios y a su “exigente vida social”. “Cuando empezó este trabajo, el dinero me sirvió para pagar unas cosas que debía, pero ahorita como ya son finales de semestre, el dinero me sirve para comprarme cosas para mí, como ropa o zapatos y también para salir al antro con mis amigos”.

Comenta que al trabajo lo animó a meterse uno de sus amigos de la secundaria, que el trabajo era fácil y se podía ganar 500 pesos a la semana. “En las mañanas no tengo nada que hacer y por eso me animé, además ya me urgía tener dinero para mí”, manifestaba, mientras un verde del semáforo le permitía conversar sobre su experiencia de la labor.

‘El dinero que nos dan está muy flacucho

No obstante, expresa que diariamente tiene que tomar el camión para llegar a su lugar de trabajo, la avenida Constituyentes, lo que le hace hacer cuentas de cuánto es lo que gana por estar ‘echándole porras’ al candidato.

Hace las ecuaciones mentalmente y le salen apenas 300 pesos, contando pasajes y tomando en cuenta si uno de esos días de la semana decide comer en la calle y gastar lo del día. “A veces hay que aguantarse hasta llegar a la casa a comer”.

Del otro lado, está otra cuadrilla de apoyadores, todos son adolescentes sin embargo con ellos se observa uno más grande que todos. Ese es Francisco, quien comenta que por llevarse unos pesos suena matracas y reparte volantes. “Además la playera que me dieron me gusta, el color rojo me agrada”.

Vive en la colonia Lázaro Cárdenas, apenas tiene la secundaria. Llegó al trabajo mediante un anuncio en el periódico, fue, le dijeron lo que tenía que hacer y aceptó de inmediato. Le pareció fácil el trabajo después de que le explicaron qué hacer y comenta que desde ese día está ahí.

Sin embargo, ahora que ya lleva varios días trabajando ahí, los 350 pesos que gana a la semana se le hacen muy poco, casi nada.

“No alcanza para nada, me tengo que venir caminando aquí y me tengo que regresar igual hacia mi casa, para no gastar lo flacucho que está el dinero que nos dan, y bueno, de la comida mejor ni hablamos porque se me iría todo en eso”.

Francisco comenta que siente pena que lo vean haciéndole ‘a la brincadera’ y echándole porras a los políticos, pero a veces se le olvida y cuando menos lo piensa está cantando y bailando en el semáforo de Corregidora, junto con la demás comitiva.

“No sé, me da pena, pero trato de no pensar en eso. Ahorita no he encontrado trabajo de otra cosa y esto es lo único que me encontré y donde no piden muchas cosas para contratar. Hay que llevar dinero a la casa porque los pagos no esperan”.

‘Esto es por mientras’

El ambiente se siente caliente y sofocante. Eso no es motivo para dejar de laborar, a los dos trabajadores les dicen que una de las condiciones que deben de hacer es siempre estar entusiastas y sonrientes. No obstante, el calor agobiante impide mucho dibujar una sonrisa o parecer siempre de buenas durante cada rojo que pone el semáforo.

Los dos expresan, cada quien por su lado, que el sol es lo más difícil del trabajo; sin embargo no hay de otra más que ponerse gorritas de cartón que les dan y seguirle.

Jorge dice que no es a lo que “le tira” y que promete seguir estudiando hasta sacar una carrera y ganar el dinero que él se merece. “Esto es por lo mientras”, dice. Por su parte Francisco lamenta haber dejado la escuela, sin embargo se excusa de que era eso o morirse de hambre porque ya no había dinero.

No deja de agitar la bandera mientras que en cada oportunidad que le da el semáforo, no deja de echarle una ojeada a la sección de clasificados de un periódico que traía bajo su brazo.

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