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miércoles, julio 08, 2009

Los panistas también lloran

En el ‘búnker’ panista todo era incertidumbre y la mayoría esperaba con los brazos cruzados y los semblantes tristes

Janett Juvera /Alfredo Rodríguez

Ya por la mañana se le veía preocupado. Manuel González Valle recibió con desgano a los primeros periodistas, depositó su voto y fue abordado de nuevo por los reporteros, quienes le cuestionaron su presunta ventaja.

Sin mucha seguridad confirmó que por la noche habría festejo y reiteró que su triunfo se daría por amplio margen.

Al salir del centro de votación y casi a punto de subir a su camioneta, una mujer se acercó y le pidió que la acompañara. El candidato aceptó y siguió a la señora que lo llevó entre las calles mal empedradas y el lodazal hasta una pequeña capilla.

González Valle entró, se persignó un par de veces, se hincó y fervorosamente comenzó sus rezos.

A las afueras, los fotógrafos esperaban su salida, intentaban tomar una imagen a lo lejos. A ellos no se les permitió pasar, “para que no se malinterpreten las cosas”, se excusó el candidato.

Finalmente salió y automáticamente se acercó a saludar a una persona de la tercera edad y a un niño que pasaban casualmente por el lugar, se tomó la foto y subió a su automóvil. No se supo más del candidato hasta que fluyeron los primeros resultados.

Ante los rumores que lo colocaban como vencido, saldría a fijar su postura después de las ocho de la noche.

Lo único que logró despertar el ánimo fue la Selección Mexicana

Mientras en un hotel cercano comenzaban los festejos tricolores, en el ‘búnker’ panista llegaban a cuentagotas los simpatizantes.

Al interior, las banderas ondeaban con desgano, no existían los gritos de alegría, y se contenían los abrazos de felicitación. Todo era incertidumbre y la mayoría esperaba con los brazos cruzados y los semblantes tristes.

Lo único que logró despertar el ánimo de los panistas fue el segundo gol de la Selección Mexicana que jugaba un aburrido partido contra Nicaragua.

Los gritos escaparon, pero pronto se volvió a la realidad cuando las gigantescas fotografías de los candidatos que adornaban el lugar les recordaron que “el otro resultado” parecía no favorecerles.

Cuando terminó el partido, el fútbol fue sustituido en las pantallas por los primeros resultados electorales. Cablecom mostraba las estadísticas y los rostros más animosos terminaron por descomponerse.

López Otamendi se veía desencajado, Esther Carboney se dejó caer en una silla, los equipos de comunicación se volteaban a ver con incertidumbre y más de uno no lo podía creer.

El conductor del programa aclara que las estadísticas son preliminares y que provienen de una encuesta levantada por TV Azteca. “¡Pero si TV Azteca es priísta!”, grita una mujer y comienzan los reproches. “¡Prensa vendida!”, gritan en otro lugar.

Los abucheos inundan pronto las salas del hotel. Pero pasa el tiempo y la tendencia no se revierte, Calzada Rovirosa es el virtual ganador.

Minutos después sale Manuel González Valle con una gran sonrisa, la algarabía renace, las banderas vuelven a ondear. Sube al estrado. “¡Ya ganamos, ya ganamos!”, repite. La gente vuelve a creer, regresan las porras y el festejo.

El candidato deja pronto el recinto, camina seguro, pero sus ojos no dejan de mostrar preocupación. Finalmente camina directamente hasta un salón privado.

No pudieron ingresar a un ‘rojo’ Centro Histórico

Pero los festejos del Partido de la Revolución Institucional (PRI) iniciaron desde que cerraron las casillas. Para las nueve de la noche, José Calzada Rovirosa ya se encontraba en Plaza de Armas festejando su triunfo.

Mientras tanto, en el ‘búnker’ panista los simpatizantes continuaban paralizados esperando la salida de su candidato.

Finalmente, y hasta después de las 11 de la noche, Manuel González Valle baja las escaleras con una sonrisa fingida en el rostro.

Los reporteros lo abordan y el candidato mantiene su postura. “Estamos cuatro puntos arriba”, comenta y sale festejando del hotel junto con sus simpatizantes rumbo al Jardín Zenea.

Pero el centro ya estaba pintado de rojo, las calles congestionadas con cientos de autos que celebraban el triunfo priísta. Cuando comienzan a llegar los “autos azules” se elevan los gritos y el encono entre ambos bandas. Los rojos son muchos más.

Aun así, la caravana de González Valle intenta penetrar, pero se elevan los insultos y van aumentando las agresiones.

Ya no se ve nada claro entre el humo de la publicidad panista en llamas, la lluvia de espuma, la multitud que no abre paso al candidato, y en un punto el avance se hace imposible y riesgoso.

Los policías finalmente les abren un camino, pero para que puedan huir. Las llantas rechinan, los autos salen a toda velocidad y regresan al mismo lugar del que salieron.

Continuaban esperando el milagro, a esas alturas, ya no les quedaba más que hacer.

2 comentarios:

Gabriel Morales López dijo...

¡Excelente crónica!

Casavlanka dijo...

Muy buena crónica de una derrota anunciada. Felicidades.